Scientific Essay
Reflexiones en torno a una estancia académica: más allá del cumplimiento curricular
Reflecting on an academic stay: beyond curricular compliance
de León Perera, Cristo José ⓘ
Universidad de Salamanca. España
Resumen
El ensayo se establece como una reflexión sobre las estancias académicas realizadas por el autor, que invita, a la comunidad académica de docentes-investigadores, a pensar, en el marco de la vida universitaria, sobre el lugar que ocupan las estancias. En ese sentido, no son solo un complemento curricular, sino una posibilidad real de crecimiento integral, de ejercicio del pensamiento crítico y de construcción colectiva del conocimiento. Consecuentemente, las estancias suponen una oportunidad para compartir conocimientos y experiencias; imbricamiento éste, que da valor y sentido a la tarea educativa. Las estancias deben entenderse como un tejido de cooperación y compromiso transformador de la educación, para dar respuesta a los desafíos del presente y contribuir a construir una escuela y una universidad más justas, inclusivas y emancipadoras.
Abstract
The essay is intended as a reflection on the author's academic internships, inviting the academic community of teacher-researchers to consider, within the framework of university life, the place that internships occupy. In this sense, they are not merely a curricular complement, but a real opportunity for comprehensive growth, the exercise of critical thinking, and the collective construction of knowledge. Consequently, internships represent an opportunity to share knowledge and experiences; this interweaving gives value and meaning to the task of education. Internships should be understood as a network of cooperation and commitment to transforming education, to respond to the challenges of the present and contribute to building a more just, inclusive, and emancipatory school and university.
Palabras Clave:
Educación, Enseñanza y formación, Método de aprendizaje ⓘ
Keyword:
Education, Teaching and training, Learning methods ⓘ - ⓘ - ⓘ - ⓘ
No suele ser habitual encontrar publicaciones que se detengan en la reflexión pausada sobre estancias académicas realizadas por el propio autor. Quizá por considerarse actividades instrumentales, o tal vez por una cierta inercia que nos lleva a relatar solo lo «publicable», muchas de estas experiencias terminan siendo vividas intensamente, pero narradas de forma fugaz en una línea del Curriculum Vitae o simplemente silenciadas. Bien es cierto que tampoco formaba parte de nuestro planteamiento inicial detenernos a escribir sobre ello. Sin embargo, una vez concluida la estancia, reposada la experiencia —como tantas veces ocurre en la práctica docente e investigadora—, y vista las redes originadas, surge la necesidad de compartir algunas impresiones, no tanto por afán de exhaustividad, sino por la convicción de que ciertos aprendizajes y vínculos merecen ser contados.
Este breve balance pretende ser, en primer lugar, un agradecimiento sincero a las personas e instituciones que hicieron posible el encuentro, que lo nutrieron de contenido y lo dotaron de sentido. Más allá de los protocolos burocráticos y de las gestiones administrativas que toda estancia comporta, fueron las voluntades personales, la hospitalidad profesional y académica o el compromiso compartido con la educación los que permitieron que esta experiencia trascendiera los márgenes de lo formal y se convirtiera en una vivencia académica plena, humana, cercana y enriquecedora.
Pero este escrito no se limita al agradecimiento. También aspira a ser una modesta aportación a una conversación más amplia y necesaria: la que nos invita, como comunidad académica e investigadora, a repensar el lugar que ocupan las estancias —nacionales o internacionales— en el marco de la vida universitaria actual. En un momento en el que la internacionalización parece haberse convertido en un indicador más dentro de los sistemas de evaluación, corremos el riesgo de vaciar de sentido estos intercambios si no los abordamos con una mirada crítica y pedagógicamente comprometida.
Las estancias académicas, cuando se viven en plenitud, tienen el potencial de activar procesos de transformación tanto en quienes las realizan como en quienes las reciben. Enriquecen nuestras prácticas pedagógicas al ponernos en contacto con realidades distintas, al sacudir certezas, al enfrentarnos a nuevas preguntas y contextos. Alimentan nuestras trayectorias investigadoras y docentes al abrir líneas de trabajo compartidas, al fomentar el contraste de enfoques y al generar sinergias interinstitucionales. Pero, sobre todo, nos transforman en lo humano: nos invitan a la escucha, a la empatía, al reconocimiento del otro como legítimo interlocutor. En ese sentido, no son solo un complemento curricular, sino una posibilidad real de crecimiento integral, de ejercicio del pensamiento crítico y de construcción colectiva del conocimiento.
En el contexto universitario contemporáneo, dominado por lógicas de evaluación, productividad y acreditación, asistimos al fenómeno que algunos autores han denominado, con cierta ironía crítica, como «curriculitis». Este término alude a la hipertrofia de los requisitos curriculares y a la creciente presión por cumplir con indicadores cuantificables que, si bien responden a necesidades legítimas de control de calidad, a menudo invisibilizan aspectos menos tangibles, pero profundamente valiosos de la labor académica. Así, estancias como la aquí reseñada suelen verse reducidas a meras «casillas» que deben ser tachadas: experiencias cuya riqueza se mide, de forma un tanto pobre, en semanas de duración o en documentos justificativos.
Frente a esa visión instrumental, reivindicamos una mirada diferente. Reivindicamos la estancia académica como experiencia transformadora, como oportunidad de encuentro, de diálogo y de construcción compartida del conocimiento. Reivindicamos su valor formativo —para quienes viajan y para quienes reciben— y su potencial para generar vínculos duraderos, no solo institucionales sino también humanos. Porque, en efecto, lo más valioso de estas experiencias no se encuentra en los formularios ni en los informes finales, sino en las conversaciones, los gestos, los aprendizajes mutuos y las puertas que se abren.
En este caso, la estancia nos permitió trabajar en estrecha colaboración con distintas instituciones de Argentina, especialmente con los equipos docentes y directivos de los Centros Educativos de Nivel Secundario (CENS) N.º 451 y N.º 453, así como con diversas figuras del ámbito de la educación de personas jóvenes, adultas y mayores. Es justo destacar la generosa acogida del Inspector Germán Bandoni, así como la del Inspector Jefe Distrital de Luján, el Lic. Federico Ferretti. Igualmente relevante fue la interlocución mantenida con el Inspector Jefe Distrital de Merlo, el profesor Hugo Daniel Rosá, y con la Lic. Silvana Zahana, Secretaria de Cultura, Educación, Deportes y Recreación del mismo distrito. Su implicación activa, su conocimiento profundo del territorio y su disposición al diálogo permitieron construir un marco de trabajo común, desde el respeto y la reciprocidad.
Del mismo modo, la colaboración con la Universidad Nacional del Oeste (Argentina) fue especialmente significativa. Allí pudimos compartir ideas, perspectivas y propuestas con distintas autoridades universitarias, entre ellas el Sr. Rector, Mg. Roberto Jesús Gallo; el Secretario General, Fernando Augusto Cochet; el Secretario de Bienestar y Extensión Universitaria, Lic. Silvio Gastón Sotelo; el Director del Instituto de Ciencias de la Salud, Dr. Alan Berduc; y la Directora del Instituto de Educación, Justicia y Trabajo, Prof. María José Barrionuevo. La universidad, entendida no solo como institución sino como comunidad viva, se mostró aquí como un espacio de escucha, de compromiso y de apertura a nuevas formas de pensar la educación.
En los distintos encuentros realizados —tanto en el ámbito universitario como en el escolar— se abordaron temáticas fundamentales vinculadas a la Didáctica de las Ciencias Sociales. Algunas de las cuestiones tratadas giraron en torno al estado actual de la disciplina, a los desafíos epistemológicos y metodológicos que enfrenta, y a la necesidad de transitar hacia una pedagogía crítica, activa y transformadora. Se compartieron experiencias sobre enfoques innovadores en el aula, el uso de metodologías participativas, y la importancia de conectar los contenidos escolares con los problemas reales de la sociedad.
Distintas jornadas especialmente interesantes fueron las dedicadas a la enseñanza de la muerte, tema delicado pero necesario, que pocas veces encuentra espacio en el currículo, y cuya inclusión exige una mirada ética y pedagógica muy cuidadosa. Igualmente, relevante fue la discusión en torno al papel de la inteligencia artificial en la educación: un fenómeno en expansión, que plantea desafíos urgentes tanto en términos técnicos como humanísticos. En todos estos temas, el diálogo fue siempre enriquecedor. Hubo preguntas que surgieron con fuerza, otras que pudieron rescatarse del olvido, y algunas —menos de las que nos gustaría— que encontraron una respuesta provisional. Pero, por encima de todo, hubo debate. Y donde hay debate, hay pensamiento vivo, construcción colectiva y posibilidad de transformación.
En ese sentido, uno de los aprendizajes más valiosos de esta estancia fue constatar que, más allá de las distancias geográficas, persiste una preocupación compartida: ¿cómo lograr la formación integral de nuestros educandos? Esa pregunta, sencilla en su formulación, pero inmensamente compleja en sus implicaciones, atraviesa el quehacer educativo a uno y otro lado del Atlántico. Y es precisamente en torno a esa pregunta donde cobran sentido los intercambios, las redes, las alianzas entre instituciones. Porque la educación no es un proceso solitario, ni tampoco una actividad neutral: es una práctica profundamente social, atravesada por contextos, historias y decisiones políticas.
Por eso, estancias como esta no deben entenderse como episodios aislados, sino como parte de un tejido más amplio de cooperación y compromiso entre quienes creemos en el poder transformador de la educación. En un mundo crecientemente fragmentado, marcado por la desigualdad y la incertidumbre, el trabajo colaborativo entre docentes, investigadores y responsables institucionales es más necesario que nunca. Sólo así podremos dar respuesta a los desafíos del presente y contribuir a construir una escuela y una universidad más justas, inclusivas y emancipadoras.
En definitiva, la estancia vivida no solo supuso una oportunidad para compartir conocimientos y experiencias, sino también —y, sobre todo— para renovar el sentido de nuestra tarea educativa. Salimos de ella no solo con nuevos contactos y proyectos, sino con la certeza de que aún es posible —y necesario— seguir creyendo en la educación como espacio de encuentro, de reflexión crítica y de esperanza activa.
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Reflexiones en torno a una estancia académica: más allá del cumplimiento curricular
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