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CONSEJOS DE ESTILO (9)

Extensión y texto comprensible

La inteligibilidad de un texto depende en parte de la extensión que le asignamos a las frases y los párrafos (10).

En los libros de redacción encontramos recomendaciones prácticas que nos conviene seguir en cuanto a la extensión de las frases y los párrafos:

  1. Escribir frases de no más de 20 palabras.

  2. No escribir más de 5 frases dentro de un párrafo.

  3. Procurar que la extensión de los párrafos no supere las 100 palabras o 20 líneas.

  4. Escribir 3 a 8 párrafos por página.

Complejidad de las frases. El uso de incisos

Debemos tender hacia las frases simples, concisas y vinculadas a un solo tópico, y a utilizar la estructura basada en la secuencia sujeto, verbo, objeto (11). Eso es una especie de principio general o enunciado ideal.

Sin embargo, una frase puede dividirse en incisos que expresan secuencias de ideas separadas mediante comas u otros signos de puntuación débiles.

En los escritos de naturaleza científica y técnica, los que a nosotros más nos preocupan, suele ser aconsejable usar pocos incisos, de acuerdo con nuestro principio general enunciado en primer término. Sin embargo no debemos caer en el otro extremo, exagerando el empleo de esta técnica. Por el contrario, debemos tener en cuenta, preferentemente a la hora de revisar un texto, la importancia de los períodos internos de las frases como dispositivos para darle matices y movimiento.

Buscando un texto legible

El valor comunicacional de lo concreto. Las palabras concretas y simples contribuyen a desarrollar la claridad de la expresión. Cuando escribimos el texto por primera vez somos libres para escribir de cualquier manera. Cuando las ideas ya se encuentran bastante fijadas en un borrador podemos preocuparnos por mejorar el estilo en función de la claridad y el punto de vista del lector. Si tratamos temas abstractos podemos hablar de cosas concretas mediante metáforas o figuras.

La importancia de los verbos. La acción contribuye a la comprensión en la medida en que despierta el interés del lector. Para incrementar el nivel de legibilidad debemos procurar que el texto resulte lo más activo posible por medio del empleo de verbos. El cálculo de un verbo cada cinco o siete palabras, ilustra un principio general bastante útil a condición de que lo usemos con sentido común. Dentro de la regla práctica entran también los verbos que expresan procesos o movimientos subjetivos de la mente.

Los sujetos tangibles. Una dimensión del carácter dinámico del texto depende de la manera en que situamos los sujetos en relación con las acciones. Las construcciones con sujetos que ejecutan acciones (la municipalidad distribuyó libros de lectura), son mejores que las construcciones con sujetos pasivos (los libros fueron distribuidos por la municipalidad). Los actores velados por el propio texto son peores para la comprensión completa de lo que uno expresa, como en este ejemplo, se dijo a medianoche que el ministro no vendría. No sabemos quién dijo que el ministro no vendría.

Tono personal e impersonal. Podemos contribuir a la legibilidad del texto haciendo que su lectura resulte más variada mediante matices que dependen del uso alternativo de formas impersonales y personales, en cuyo caso es útil apelar a construcciones con un sujeto neutro (ejemplo: durante la investigación hemos descubierto más datos de los que esperábamos al consultar a los expertos, pese a que en el proyecto original se dijo que había poca información). Con el mismo criterio podemos decir, por ejemplo, cosas como en este texto me propongo, y otras veces como hemos expresado en el capítulo 1, alternando la primera persona en singular y en plural. Mayormente, sin embargo, conviene evitar la primera persona en singular. Algunos profesores les piden a sus alumnos que usen las formas impersonales del tipo aquí se sostiene, aquí se ha dicho, pero por lo expuesto anteriormente, no lo recomendamos, dejando esas formas de construcción para matizar periódicamente la escritura.

Los marcadores textuales. Algunos ejemplos de marcadores textuales son los siguientes: asimismo, no obstante, sin embargo, pese a todo, en medio, por una parte, por otra parte. Los marcadores textuales permiten que el lector nos acompañe mejor. Estos marcadores son expresiones que actúan como engarces entre diferentes ideas, incisos, frases y párrafos.

En este momento resulta oportuno recordar lo que se llama hipertexto. Los elementos hipertextuales son todos los dispositivos por medio de los cuales relacionamos entre sí diferentes partes del texto. Por ejemplo un párrafo al principio de un capítulo que recapitula algo que vimos antes. Un párrafo al final de un capítulo que avisa lo que veremos a continuación. Unas palabras que recomiendan entre paréntesis, ver algo en otra parte, o que avisan que en tal o cual otro lugar del texto hay elementos relacionados con lo que estamos leyendo en este momento. Los recursos hipertextuales son muy importantes y por medio de la práctica se los llega a manejar bastante bien.

La influencia estética. La legibilidad se relaciona con la claridad del texto pero también con su apelación desde el punto de vista estético. Si el texto es claro pero gris (gris claro) funciona como un texto menos legible que un texto que además de claro es agradable, dinámico, matizado.

Con un criterio afín al anterior, debemos explotar el manejo de la parte gráfica, el uso de subtítulos, palabras o partes marcadas en negrita o subrayadas, etcétera. Este conjunto de elementos forman el paratexto. En este terreno las computadoras nos ofrecen una gran ayuda que no debemos desaprovechar.

Apéndices. Los apéndices funcionan como depósitos aburridos. Conviene colocar las estadísticas y gráficos dentro del texto después de haber seleccionado únicamente las cosas más interesantes y gráficamente más simples. En caso de usar apéndices, conviene que tengan poca información.

Sitio relevante para la idea relevante. Es importante situar los datos principales en los sitios más relevantes del texto. Guiándonos por ese criterio topográfico en la redacción de los párrafos, podemos establecer como principio práctico, que la idea que gobierna un párrafo debe aparecer al comienzo del párrafo. Y de igual manera, es recomendable colocar el verbo o la expresión verbal más importante al principio del párrafo.

Desde dónde escribimos. Debemos tener claro y dejar claro nuestro propio punto de vista, el lugar desde el cual hablamos. Siempre escribimos desde un punto de vista o una perspectiva. Ese punto de vista o perspectiva debe mantenerse a lo largo del texto. Tal principio no va contra las posibilidades de heterogeneidad interna de un texto. Lo que se trata de resaltar es la idea general de mantener cierta coherencia básica en la cuestión del ángulo, la posición desde donde hablamos y que de alguna manera puede llegar a variar internamente pero de acuerdo con ciertos criterios. El hecho de que tengamos un punto de vista no va contra el hecho de que podemos calibrar el estilo o algunas características expresivas en función del tipo de lector o los efectos que buscamos.

Escritura y sociedad. Es esencial partir de la comprensión del texto como una relación social entre dos partes, escritor y lector. Quienes van a leer (él, ella) son algo así como los clientes del texto. Debemos entender y tener en cuenta sus puntos de vista, debemos saber a quién nos dirigimos y calibrar las herramientas para movernos en la dirección adecuada. Al comienzo de un texto generamos la expectativa de que vamos a ofrecer algo de determinada manera, y el texto debe guardar coherencia con lo que resulta, de hecho, un contrato con el lector.

Esta recomendación debe ser puesta en perspectiva. Se origina realmente en personas preocupadas por la calidad de la redacción en el campo de la narrativa literaria, donde el autor necesita crear un tipo de contrato específico con el lector. Nosotros estamos pensando en la redacción científico-técnica, y, en consecuencia, hay diferencias muy importantes. Sin embargo la idea general del contrato que toma en cuenta al lector, sigue siendo un criterio vigente. Aun si pensamos que los lectores serán profesores que conformarán un jurado. Hecha esta salvedad acerca de la orientación mayormente literaria del criterio expuesto, podemos ver lo que Borges dice al respecto, comentando la novela policial Las Ratas, de José Bianco, en el prólogo a la primera edición (1943). Dice Borges, Las Ratas "es de los pocos libros argentinos que recuerdan que hay un lector: un hombre silencioso cuya atención conviene retener [...] cuya amistad es necesaria, cuya complicidad es preciosa" (12).

Aquí el estudiante debe observar que hay dos corchetes y unos puntos suspensivos. Eso indica que cuando hice la cita textual, suprimí una parte del texto original.