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Administración

El Poder y la Teoría de la Administración

Nora Pietras

Alumna del Magíster en Psico-informática
Universidad Nacional de Lomas de Zamora

 

Introducción

 

 

Para adentrarnos en el Poder desde la teoría de la Administración , se debe considerar algunos puntos de inflexión importantes en la evolución histórica de esta noción que tuvieron fuerte influencia en la disciplina.

 

El filósofo francés Michel Foulcault postula que la historia es una construcción social de los hombres, una narración de los acontecimientos basados en una verdad; esa verdad nunca es absoluta, sino que depende del discurso de cada época, o sea, de un sistema de dispersión reglamentado de prácticas y saberes.

 

Para este filósofo el Poder, entonces, es también una construcción relativa a un contexto histórico que determina y fija un código normativo que se impone a los sujetos. Y el sujeto resulta producto de esa construcción porque el Poder lo atraviesa de una manera simbólica e inconsciente.

 

Partiendo de esta idea, Foulcault habla de la existencia de formas de establecer la verdad (ó modalidades del saber-poder) que se han dado en la historia de la humanidad. Bajo este planteo se explicará la evolución de algunos conceptos administrativos de la época.

 

 

1. Siglos XV a XVIII : La modalidad de la Indagación.

Según Foulcault encontramos en los siglos XV a XVIII una forma de poder muy especial: ‘La Indagación’ (en realidad una forma de saber-poder). Para el, la aparición de la figura del procurador representando al soberano y ejerciendo el poder jurídico cambió la forma del saber universitario medieval. El saber que anteriormente se autenticaba con un enfrentamiento entre adversarios, paso a ser autenticado recurriendo a testimonios. La verdad era averiguada y la indagación se transformaba en una modalidad de adquisición y de trasmisión del saber. El poseer ese saber otorgaba poder.

 

Así es que la indagación nace con el poder judicial pero pronto se traslada a toda la cultura occidental como forma política de gestión , como ejercicio de poder.

 

Esta etapa evolutiva del Poder coincide con la evolución del Estado que en su primer fase de existencia moderna cumple un rol que va desde un simple organizador de la actividad económica local hasta ser el encargado de proteger y reglamentar todos los aspectos de la vida económica (Mercantilismo).

 

Si para explicar la relación entre conocimiento y contexto de esa época debemos pensar en la modalidad de la indagación se entiende por que el principal avance en Administración lo introdujo el monje Luca Pacioli a fines del siglo XV. Sus propuestas de la contabilidad por partida doble, de numeración y fechado de los libros diario y mayor, el cuidadoso archivo de todos los documentos, la necesidad de auditorias internas periódicas, no hacen más que reafirmar la necesidad de saber. La Contabilidad, como medio de información, otorga control sobre lo acaecido, otorga poder de decisión.

 

Un notable analista del siglo XVI fue Nicolás Maquiavelo quien basado en la idea de que el hombre por naturaleza tiende a ampliar su poder en forma constante e ilimitada e incentivado por la centralización del poder requerido por las nuevas clases sociales, enuncia principios de poder y mando aplicables a casi todo esfuerzo organizado y proyectado. Sus informes son producto de muchos años dedicados a la observación y a la indagación del accionar de hombres y gobiernos en cada ciudad importante de Italia. Los consejos acerca del conveniente cultivo de relaciones amistosas en la corte que pudieren proporcionarle al príncipe información confidencial delata las impresiones de Maquiavelo a cerca de la forma de saber-poder de la época y de cómo aplicarlas a cuestiones políticas y administrativas.

 

2. Siglo XVIII en adelante: La modalidad del Control Social.

 

A fines del siglo XVIII con el advenimiento de la "primera revolución industrial" y la profundización del capitalismo aparece una forma de riqueza materialmente distinta: mercancías, oficinas, máquinas, etc. La profundidad con la que el dinero había minado el sentido trascendentalista-religioso de épocas anteriores provocó que los grupos que habían concentrado riquezas necesitaran controlar y vigilar lo que poseían, dado que ello era proporcional a su afirmación como sujetos. Ese era el nuevo sentido que iba a ir adquiriendo la sociedad, un sentido singular e inmediatista.

 

Siguiendo la línea de pensamiento de Foulcault, en su análisis histórico del Poder, como medio para salvaguardar el sistema emerge lo que propone llamar "Sociedad Disciplinaria". Ya no más la "modalidad de la indagación" sino la "modalidad de la vigilancia y el examen". Esto implica "vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos un poder -maestro de escuela, jefe de oficina, médico, psiquiatra, director de prisión- y que por el hecho de ejercer ese poder tiene la posibilidad no sólo de vigilar sino también de constituir un saber sobre aquellos a quienes vigila".

 

Este nuevo saber se organiza no ya por indagación, sino alrededor de una norma que establece que es correcto y que no lo es. Esta es la base del poder, la forma del saber-poder que dará lugar no ya a las ciencias de la naturaleza como en la etapa anterior, sino a las ciencias humanas.

 

Esta nueva sociedad de "características panópticas" – al decir de Foulcault - tiene dos etapas claramente visibles: La "Sociedad Disciplinaria de un panoptismo cerrado" y la "Sociedad Disciplinaria de un panoptismo más abierto".

 

2.1 Primer etapa de la modalidad del Control Social:

 

La primer etapa de esta sociedad disciplinaria corresponde a la de un "panoptismo cerrado", duro, coincidente con las primeras décadas de la revolución industrial, donde los nuevos sistemas de control social fueron ejercidos autoritariamente por el poder estatal, la clase industrial y propietaria. El economista y sociólogo francés Alfred Sauvy nos da una clara visión sobre la situación de ese momento cuando expresa: "El contraste es notable, en aquel fin de siglo entre el mundo de los economistas, creyentes o insensibles, y una población llamada a sufrir los dolores del parto de una nueva sociedad. La opinión popular, incluso la clase media, se pone de parte de los obreros, mientras que el poder apoya a las industriales".

 

El papel regulador y prescriptivo del Estado propio de los siglos anteriores, había desaparecido. Cuando Sauvy menciona el término Poder se refiere a la comunión entre el ‘dejar hacer’ del Estado y el ‘hacer’ de la clase industrial de la época, comunión que, incentivada por el pensamiento de los economistas clásicos, determinaron su profundo nivel de panoptismo.

 

Esta época es la de las ciudades fabriles ( ó fábricas-prisión según Foulcault) de fines del 1700 y comienzos del 1800, donde no sólo las condiciones de trabajo eran muy malas, sino que la vida de los obreros eran vigilada en forma permanente. Es por ello que durante esta primer etapa la teoría de la Administración busca responder a los requerimientos de la época y surgen los administradores pioneros que intentan proporcionar principios científicos a la administración de hombres, materiales, dinero y capital. A la vanguardia marchan experiencias exitosas como las de la fundición Soho, en Inglaterra y las de la de fábrica New Lanark de Escocia, esta última como una aporte diferente aunque complementario al pensamiento capitalista.

 

Vale la pena detenerse en este último aporte, resultado de la propuesta del empresario Robert Owen en la Escocia de principios del siglo XVIII. Este administrador contrapone a la idea de fábricas-prisión la idea de pequeñas aldeas cooperativas. Su propuesta originalmente tiene que ver con una reforma de los modos de producción de la época a través de comunidades ideales reducidas, esparcidas en un territorio. Este self-made-man no pretendió apartarse del proceso industrial de mecanización a gran escala desencadenado a partir de la revolución industrial, de cual él mismo provenía. Muy por el contrario, reconocía la necesidad del capital y su poder, pero advertía que lo que ocurría dentro de una fábrica no era algo tan simple ni tan político como la autoridad absoluta del capitalista, sino algo más complicado y cambiante. Descubrió la importancia y el poder que las relaciones humanas tenían en una organización industrial y lo hizo en un marco social y económico nuevo y totalmente adverso, lo cual engrandece su aporte. Son muchos los autores que ven en estas ideas el germen de las posteriores ‘teorías humanísticas’ en Administración.

 

Este comentario sobre Robert Owen y sus ideas - después etiquetadas algo despectivamente como "Socialismo utópico" - demuestra que la nueva forma de poder impuesta por el capitalismo no fue incuestionablemente adoptada por todos los empresarios industriales aún cuando estos fueran sus beneficiarios directos. Hubo entre ellos quienes supieron ver más allá y aspiraron a realizar aportes, interesantes y singulares. Interesantes básicamente por que reconociendo las fuerzas tremendas y prácticamente insuperables del nuevo sistema no buscaban la confrontación sino la complementación. Y singulares pues posteriormente no se darán muchos casos de industriales cuestionando un sistema que los cobija y favorece tan claramente.

 

A Owen y a sus seguidores se les debe reconocer el mérito de reducir el panoptismo en el que la sociedad capitalista estaba inmersa. Sus ideas, sumadas a las protestas sociales en crecimiento y a la crisis productiva dada la ingobernabilidad de las rígidas organizaciones, provocaron el quiebre de esta primer etapa del capitalismo (ó sociedad disciplinaria).

 

2.2 Segunda etapa de la modalidad del Control Social:

 

La segunda etapa de esta sociedad disciplinaria, que coincide aproximadamente con el nacimiento de la que algunos historiadores llaman la "segunda revolución industrial", se caracteriza por ejercer una "forma blanda de panoptismo". Foulcault se refiere a ella comentando que se trata de un tipo de sociedad cuya disciplina no busca excluir a los individuos sino fijarlos a un aparato de producción (caso fábrica), a un aparato de corrección (caso prisión) ó a un aparato de trasmisión del saber (caso escuela). Agrega también que esta instancia disciplinaria cumple cuatro funciones claramente distinguibles :

    1. Se encargan de toda la dimensión temporal de la vida de los individuos. Esto significa que el tiempo de los individuos debe ajustarse al aparato productivo. Así es como el tiempo de los hombres va al mercado, se transforma en tiempo de trabajo y vuelve a los hombres en forma de salarios.
    2. De esta manera se conforma la sociedad industrial y se buscan técnicas de explotación máxima del tiempo.

    3. Ejercen un control sobre los cuerpos de los individuos. El cuerpo debe ser formado y reformado, debe ser apto, debe ser capaz de trabajar de acuerdo a como se lo necesita. El cuerpo debe controlarse para que devenga en fuerza de trabajo válida.
    4. Constituyen un nuevo tipo de saber: El saber judicial. Las personas que dirigen estas instituciones se arrogan el derecho a dar órdenes, establecer reglamentos, expulsar ó aceptar a los individuos, castigar y recompensar, lo cual constituye una nueva forma de ejercer el poder.
    5. Crean también otro nuevo tipo de poder, el epistemológico: Extraen a través de la observación y el control el saber de los individuos. Poco a poco el saber del obrero es convertido en el saber técnico de la producción que a su vez será empleado para reforzar el control, o el saber que forman cada uno de los individuos, será retrascripto y acumulado según nuevas normas. La pedagogía se constituyó desde la observación de la adaptación del niño a las tareas escolares y enseguida se convirtió en leyes de funcionamiento para las instituciones escolares, como otra manera de ejercer el poder.

 

Todos estos saberes y estos poderes están arraigados en las relaciones de producción, eje de esta sociedad, por lo tanto no pueden reconducirlas ni cuestionarlas. No están por encima de la ideología capitalista, la constituyen.

 

Durante todo el siglo XIX se toman medidas, algunas sutiles y otras no tanto, a fin de controlar el tiempo de los individuos, no sólo el del trabajo, sino también el de su descanso; se les aumenta el salario para que puedan vivir en las condiciones en que se los requiere; se les controla su economía a través de la creación de cajas de ahorro y cooperativas de asistencia; y mucho más. Todos estos mecanismos nacen de una misma idea: el disciplinamiento necesario para conservar el poder en el sistema capitalista.

 

El Mercado se va transformando con la intensificación y ampliación del comercio a nivel mundial hasta convertirse en el regulador decisivo de esta sociedad sutilmente disciplinaria. A tal punto que el individuo se transforma en sujeto del mercado y el dinero, por su papel significante en las relaciones personales, se transforma en Poder; los conceptos ‘Poder’ y ‘Poder Adquisitivo’ se ensamblan y se identifican.

 

Este nuevo sistema de control no puede definirse en su naturaleza como estatal ó no estatal, sino como una ‘red institucional’ donde todo se mezcla y confunde. El Estado no cambia de actitud frente a la sociedad que se le impone, sino simplemente muestra distintas facetas históricas: el estado liberal, el estado proteccionista industrial (caso Estados Unidos siglo XIX), el estado regulador después de las crisis, el estado de bienestar característico de mitad del siglo pasado, el estado asociado y luego subordinado casi absolutamente a intereses privados a inicios del tercer milenio.

 

La actitud solidaria del Estado hacia el Mercado devendrá en función asumida a lo largo del siglo XX. Y aún más, el espíritu de la Tecnocracia ronda nuestros tiempos acosando a la sociedad cuando observamos que el Mercado tiende a convertirse en un tecno-mercado, con estados funcionando como recaudadores de complejas alianzas tecno-económico-militares.

 

Bajo el signo de la sociedad del control social se dan las grandes transformaciones empresariales propias del fin del siglo XIX. Entonces, la preocupación empresarial se focaliza hacia los riesgos que significaba el elevado crecimiento sin tener una organización adecuada, sin tener instrumentos administrativos de control; la imperiosa necesidad de normatizar la práctica empresaria hace inminente el nacimiento de la Administración como profesión independiente.

 

El enfoque clásico en la Administración de principios del siglo XX , tuvo sin duda una perspectiva cerrada (panóptica diría Foulcault), formalista, mecanicista y autoritaria a cerca del Poder en las organizaciones. El estudio de la productividad orientaba los contextos de descubrimiento de la época en todas las disciplinas. En un entorno de tal naturaleza primó el pragmatismo, la inmediatez y la concepción del individuo como ‘hombre racional-económico’. Los conceptos clásicos y neoclásicos de autoridad, responsabilidad, unidad de mano, unidad de dirección, alcance de control demuestran su cerrada y formal perspectiva a cerca de las manifestaciones del vinculo poder en cualquier organización. La apreciación mecanicista de estímulo-respuesta - a través de las primas de incentivo propuestas por Frederick W.Taylor – marca un desconocimiento (consciente ó no) de las motivaciones y variables de la conducta humana.

 

Según el ingeniero francés Henry Fayol "la autoridad es el derecho a mandar y el poder de hacerse obedecer". Bajo esa idea considera que la obediencia a ese sistema de autoridad establecido es un principio absolutamente necesario para la buena marcha de una empresa. Esto que Fayol llama "disciplina"’ refleja la sociedad en la que se desarrolló su teoría y es innegable que el acatamiento a este principio genera un nuevo tipo de saber-poder, denominado por Foulcault "Saber Judicial". Cabe observar, también, que este principio de autoridad nada dice a cerca del conocimiento que debe poseer quien la detente; este hecho lo acerca más a la noción de autoritarismo que al de autoridad propiamente dicho.

 

El profundo análisis científico de tareas y tiempos llevado adelante por Taylor, el estudio de movimientos efectivos desarrollado por el matrimonio Gilbreth y la concreta aplicación de éstos en la industria consuman claramente tres de las funciones que, según Foulcault, cumple la sociedad disciplinaria: encargarse de toda la dimensión temporal de la vida de los individuos, ejercer un control sobre sus cuerpos y constituir un poder epistemológico que, a la manera de un círculo, no hace más que robustecer el control social.

 

A partir de los años 20, en pleno auge de las ideas clásicas en Estados Unidos y en Europa, algunos industriales comenzaban a detectar factores desconocidos que incidían perjudicialmente en la productividad y que requerían un rápido análisis. Es básicamente esta demanda la que, sumada a la ola de críticas provenientes del sistema académico, a la creciente fuerza sindical y al desarrollo de las Ciencias Sociales, lleva al psicólogo y profesor Elton Mayo a proponer un enfoque distinto.

 

Los verdaderos motivos de origen del ‘enfoque humanístico en Administración’ no fueron los deseos de corregir desigualdades de poder, no fueron intentos de cambiar un sistema productivo completamente solidario al sistema social vigente. Muy por el contrario, había que controlar la fuerza de trabajo como factor de productividad, había que reencauzarla buscando los motivos por los cuales el sistema ya no funcionaba tan eficientemente.

 

A partir del resultado de sus experiencias, que constituyeron su propio Saber Epistemológico, Elton Mayo y otros investigadores enrolados en esta escuela trazaron el nuevo papel a asumir por la Administración: desarrollar un nuevo concepto de autoridad y de derecho de mando; ayudar a crear un orden distinto que ‘disciplinara’ a los trabajadores no ya a través de recursos meramente económicos sino con recursos psicológicos y de planificación que atiendan sus, ahora ya reconocidas, diferentes motivaciones.

 

Aún así justo es reconocerle a esta escuela el mérito de haber introducido en la consideración de los administradores de la época el poder e influencia ejercida por los grupos informales dentro de una organización. Dice al respecto el especialista en sicología industrial J.A.C. Brown "...si el trabajador siente que los intereses de la empresa se opone a los de su grupo primario (en este caso, su grupo de trabajo), no habrá propaganda, alegato o "disciplina" que lo induzca a adquirir sentimientos de lealtad hacia la empresa."

 

La Doctora en Filosofía y Ciencias Políticas Mary Parker Follet, acreditada representante de esta escuela, formuló una original teoría donde separó el poder de la autoridad; en ella postula que "el poder es la capacidad de hacer cosas, de ser su agente causal y de originar cambios. Autoridad en cambio es la posesión de ese poder, el derecho a crearlo y ejercerlo.". La determinación del concepto Poder de Follet (notablemente cercano al propuesto por Max Weber) delata un análisis unipolar del vínculo Poder: El que corresponde al extremo estructurante. Pero dados los méritos de esta experta profesional, que anticipó conceptos de motivación y liderazgo, podemos inferir que no profundizó sobre el vínculo poder como función estructurante en el ser humano no por que lo ignorara, sino por que consideró que no interesaba a su teoría ni al ámbito al que se orientaba la misma.

 

Al respecto de la validez de las propuestas de la escuela de las Relaciones Humanas el profesor Jorge A. Hermida nos comenta: "Desde un punto de vista científico, no actuó con objetividad, sino que fue unilateral a favor del grupo de Poder y su preocupación estuvo más en la investigación tendenciosamente aplicada a la obtención de eficiencia industrial que en la investigación pura de la sociología a nivel del hombre y de sus problemas laborales."

 

A pesar de introducir aspectos más cercanos al hombre como ser social , la dependencia cultural de esta escuela hacia un sistema de valores básicamente utilitarista y garante de un sistema de saber-poder, es significativa.

En la década del 40, se comienzan a difundir en la disciplina administrativa las ideas del sociólogo alemán, Max Weber, dando origen a un ‘enfoque burocrático y sociológico de la Administración’. Este con sus profundos estudios sociológicos y económicos llega a la conclusión de que cualquier organización compleja que pretendiese lograr una alta eficiencia administrativa debía contar con un modelo racional y burocrático que la contenga. Esto es, una estructura administrativa y de personal ordenada jerárquicamente y con un alto nivel de ‘disciplina’ a fin de encaminar los conflictos que puedan generarse.

 

Con el fin de cumplir con esta disciplina, surge el concepto weberiano de autoridad: Autoridad = Poder + Legitimación, que puede traducirse de la siguiente manera: La capacidad de inducir a otros a aceptar las órdenes emitidas (poder) sumada al hecho de que los otros acepten y convaliden ese orden como algo coherente dentro de un sistema de valores compartidos (legitimación) da como resultado la autoridad burocrática. Así Weber precisaba como debía ser la autoridad en una organización burocrática propia del sistema capitalista, al que denominó "liderazgo racional-legal".

 

Analizando detenidamente el concepto de autoridad propuesto, se observa que la definición de Poder denota una reflexión parcial del vínculo. Al respecto, Bembenaste nos dice: "Para Weber, el Poder es algo puntualmente producido y propio de las conductas manifiestas, en lugar de una estructura vincular regente tanto en lo manifiesto como intrasubjetivamente." Con este concepto de autoridad legal la escuela burocrática, luego estructuralista, busca reemplazar el concepto clásico, el de derecho cuasi-divino propuesto por Fayol.

 

La renovación era imperiosa debido a todos los cambios sociales, económicos y políticos operados en tan pocas décadas. Weber creyó encontrar el camino a través de este concepto de autoridad legal pero no alcanzó a diferenciarse lo suficiente en su aspecto formal, impersonal y rígido. Es justo reconocer que el concepto de legitimación proporcionado por Weber es más cercano a la actual noción de autoridad, ya que cuando alude a un sistema de valores compartidos se puede deducir que lo hace en referencia a los modos de pautar la convivencia en la organización: normas, reglas y valores compartidos. Estas mediaciones normativas sumadas a la idoneidad que Weber exige de quienes ocupan un cargo legitiman, en principio, la autoridad de quien ocupa el polo estructurante del vinculo poder en una organización burocrática.

 

La importancia de mantener la disciplina como garante del sistema siguió vigente. Lo demuestran los distintos modelos de control social de origen mecanicista propuestos por la escuela burocrática. Aún cuando los sociólogos estructuralistas incorporan al análisis las funciones latentes y las disfunciones, lo hacen para justificar la introducción de mecanismos de seguridad que reencaucen la situación.

El economista y psicólogo social Herbert A. Simon, de reconocida influencia conductista, fue quien dio origen a la ‘Escuela Teoría de la Organización’ o ‘Escuela del Comportamiento Administrativo’ a fines de la década del 40. Su profundo estudio del funcionamiento y de la dinámica de las organizaciones y de cómo los grupos y los individuos se comportan dentro de ellas reformula la teoría administrativa por que le suministra un modelo integral y paradigmático, con verdadero rigor científico que se instaló en la filosofía gerencial de los años 50.

 

En lugar del concepto de autoridad formal que aún persistía en las organizaciones, Simon desarrolló un concepto mucho más amplio: "La influencia organizativa". Esta es la conjunción de la autoridad con la comunicación, con el entrenamiento, con la identificación y con la eficiencia. Mientras que el hasta entonces tradicional concepto de autoridad pretende que el subordinado deje de lado su propio criterio para simplemente obedecer, este nuevo concepto busca que el subordinado llegue al reconocimiento de que lo que hace es lógico y razonable. El consejo, la sugerencia, la persuasión (no la orden) son buenos instrumentos para lograrlo.

 

Este concepto esta indefectiblemente ligado a la teoría de Chester Barnard acerca del área de aceptación, según la cual cada subordinado delega en el superior la capacidad de someterse a su influencia dentro de un área determinada, es decir siempre dentro de ciertos límites. El rol protagónico en el concepto de autoridad se desplaza del jefe al subordinado. A través de este enfoque de autoridad nos acercamos a una noción del vínculo Poder más completa dado que se tiene en cuenta los intereses del polo estructurado dentro la organización.

 

Esta escuela ve a la organización como un sistema cooperativo que se desarrolla sobre la base de una racionalidad limitada e intenta describir por qué y cómo los integrantes deciden participar en ella surgiendo entonces las teorías "del Equilibrio", "de la Formación de Objetivos", "del Conflicto" y "de la Decisión".

 

La teoría de la Formación de objetivos y la teoría del Conflicto, reflejan un manera distinta de ver el poder dentro de la organización. En estas circunstancias el poder, entendido como un vínculo y no como una mera capacidad de las partes, se desarrolla a partir del intercambio entre actores en juegos mediados por la persuasión, la negociación ó el manejo político. El ejercicio del poder resulta, entonces, de un acuerdo tácito o explícito de intereses en donde la figura un tanto abstracta del Poder se transforma en situaciones concretas, analizables en términos de relaciones entre los participantes de la organización.

 

Esta escuela pone en evidencia que en toda organización existen manifestaciones de poder no tan claras y explícitas como las de la autoridad formal. Es más, dogmatiza que el Poder en toda organización no solo se dirime en los actos formales y establecidos, sino en el flujo diario de información, y en las relaciones entre grupo o redes de grupos que se entablan a diario. De la importancia que esta teoría le otorgó a la información y a la comunicación como fuente del poder organizacional (recordar noción de "saber-poder" según Foulcault) devendrá la intensiva aplicación de la disciplina informática en las organizaciones empresariales de la segunda mitad del siglo XX.

A partir de esos momentos, el poder dentro de la organización comenzará a concebirse como un fenómeno multidireccional, no detentado exclusivamente por ningún punto del organigrama.

 

Hay que entender que, a pesar de toda esta ‘democratización’ del poder organizacional, es obvio que lo que se busca son nuevos caminos para manejar las organizaciones y encauzarla hacia las metas de eficiencia de toda empresa, lo cual confirma la vigencia del espíritu capitalista y, aún más, lo profundiza. Resulta una democracia organizacional resignificada mercantilmente.

 

Al respecto es apropiado citar a N. Bembenaste: "Cuando los actores presentan posiciones respecto al manejo de una institución, pero estas posiciones solo difieren por el interés particular que representan, tal pluralismo no es democrático, sino corporativo. Correspondientemente, el consenso a que se puede arribar es una transacción entre la diversidad de lo particularista."

 

La visión pragmática de Peter Drucker y su propuesta de la ‘Administración por Objetivos’ (APO) confirman el espíritu de la época: definir estándares de desempeño que se transforman en un sistema de recompensas y castigos propio de cada organización. Recuerda mucho la función judicial que, al decir de Foulcault, cumple nuestra sociedad.

 

Movimientos como el del Desarrollo Organizacional en la década del 60 y del 70, refuerzan esta noción de poder jerarquizando conceptos tales como desarrollo de equipos, análisis transaccional, reuniones de confrontación, tratamiento de conflictos, técnicas para cambios de comportamiento, etc. Luego la ‘Teoría Contingencial’ de los años 70 propondrá el definitivo reemplazo de los sistemas mecanicistas por los sistemas orgánicos, esto implicará entre otras cosas, el destierro de la idea de concebir el poder como algo formal y rígido en una organización.

 

A partir de las profundas críticas a la intervención estatal y a los gastos en política social los países deciden desmantelar el ‘Estado de Bienestar’, retornando a las formas crudas del liberalismos del siglo XIX. Así es como privatizando los servicios públicos que otrora estaban a su cargo el modelo de Estado se reduce a su mínima expresión.

 

Con las ideologías del cambio social de décadas anteriores descartadas, con un rol estatal que parece tender a la desaparición y con un avance tecnológico de características inéditas y arrolladoras, el rol del Mercado se robustece y el poder capitalista se profundiza a través de búsqueda de la eficiencia.

 

Sorprendentemente, una nueva manera de observar a la organización proviene de un mundo distinto al occidental: la administración de la calidad en Japón descoloca a los mercados y a las empresas tradicionales de los años 70 inmersas en una crisis económica profunda, obligando a repensar su estrategia. Comienza la búsqueda de la excelencia, donde se trata de optimizar y mejorar continuamente todas las actividades de una empresa involucrando y responsabilizando a todo su personal. Para lograr ‘involucrar’ a los miembros de una organización, la ‘Administración de la Calidad Total’ sostiene el principio de ‘delegación’ con el fin de situar el poder de decisión lo más cercano posible a la acción. Los equipos interfuncionales, más conocidos como ‘Círculos de Calidad’, bien desarrollados no sólo ‘potencian’ los conocimientos y experiencias de cada integrante en pos de un objetivo común, sino también reducen las barreras causadas por las diferencias en el poder, en la posición, en las actitudes y en los valores de los integrantes de una organización.

 

Cabría preguntarse si esta nueva forma de concebir el papel de cada integrante de una empresa no adquiere connotaciones esclavistas: mayores exigencias en tiempo y esfuerzo, mayor sujeción a imperativos administrativos de moda, mayor necesidad de capacitarse para obtener ventajas comparativas, mayor alerta ante eventuales cambios, etc.

 

Bajo este signo, aparecen conceptos nuevos como el de empowerment, vocablo cuyo origen inglés no casualmente proviene del término Poder y que no encuentra en nuestra lengua un significado equivalente. Este nuevo concepto nace del cuestionamiento a las estructuras sociales, económicas y políticas que en los años 70 venían sosteniendo la desigualdad de poder en las relaciones sociales; pero cuando desde esa esfera se traslada hacia la esfera organizacional sufre una readaptación que le quita parte de su fuerza teórico-práctica.

 

Dentro de la empresa, el empowerment deviene en alternativa para potenciar la motivación y los resultados eficientes de todos los miembros de una organización a través de la delegación y la trasmisión de poder. Este concepto se constituye con la unión de otros conceptos como liderazgo participativo, responsabilidad compartida, compromiso, equipos auto-dirigidos, comunicación e información de alta calidad, etc.

 

Si bien la amplia difusión de las Tecnologías de la Información facilitó la automatización, o sea, la codificación mediante un programa de las tareas rutinarias, quedan un cúmulo de tareas que requieren de un análisis y de una capacidad de reprogramación en tiempo real propio de la mente humana.

 

No todo puede ser resuelto por la tecnología, ni ningún administrador, por más bueno que sea, puede manejar una organización frente a una realidad tan compleja completamente solo. De allí la importancia de ‘dar poder’ a los empleados de una organización. Se ingresa a una nueva división del trabajo, basada en los atributos-capacidades de cada trabajador más que en la organización de las tareas.

 

De una sociedad en donde las formas de la organización industrial penetraban en todos los aspectos de la vida se pasa a una sociedad en donde la fuente fundamental de productividad y poder es la ‘Información: generación, procesamiento y trasmisión.

 

La ‘Administración de Excelencia’, la ‘Reingeniería de Procesos de Negocios’, los ‘Equipos de Trabajo Autónomos de Alto Rendimiento’ y el ‘Aprendizaje Organizacional’ son modelos que comparten dos características comunes:

  1. Crear una filosofía del esfuerzo para alcanzar eficientemente objetivos organizacionales,
  2. Solidarizarse de esta forma con el gran modelo capitalista informacional y global de fin de siglo.

 

En plena etapa de eficiencia, cabría plantearse si los integrantes de una organización que se consideran ‘actores’ de la realidad empresarial, no resultan simplemente ‘sujetos’ de una lógica mercantil que no es nueva y por la que quedan obligados al esfuerzo continuo del "cambio para la permanencia" (haciendo uso de un típico slogan de la época). De todas maneras, de resultar cierto este planteo, sería de improbable reconocimiento por parte de aquellos integrantes. Bembenaste expresa: "Cuando en la vida social los fenómenos son tan generales, se hace muy difícil convertirlos en objeto de análisis para la gente no teórica; en lugar de ello, se tiende a vivenciarlos naturales, absolutos, y por lo tanto no relacionables, no explicables" .

 

¿Cuán lejos está la finalidad de estas recientes propuestas de las propuestas tayloristas-fordistas de principios del siglo XX?: Estamos inmersos en una red tan compleja, que hasta resulta difícil determinar quienes detentan el poder, es "el capitalismo colectivo sin rostro" como sugiere el sociólogo Manuel Castells. Pero el ‘poder’ y sus polos constituyentes no han cambiado, lo que ha cambiado son las formas de su ejercicio y las herramientas utilizadas, de las cuales la tecnología se destaca introduciendo un modo de desarrollo distinto.

 

Si hablamos de Poder y de Administración no podemos dejar de mencionar la ‘Teoría del Caos ó de la Complejidad’. La aplicación aún potencial de esta teoría en la administración nos conducirá a reconocer que el poder en muchas de las grandes organizaciones mundiales no solo se mantiene mediante las formas tradicionales del liderazgo jerárquico, sino que está vivo gracias a la connivencia de los miembros con menos peso del sistema, quienes actúan siguiendo lo que se denomina una automatismo.

 

La propuesta es que si se enfrenta ese automatismo comprometiendo la creatividad de todos los integrantes de una organización a las circunstancias del momento, se ayuda sutil pero efectivamente a mantener ese sistema organizacional. Esto es lo que en las leyes del Caos se denomina "el efecto mariposa" o "ley de influencia sutil".

 

Los investigadores John Briggs y F.David Peat aseveran que son las estructuras cerradas, jerárquicas, competitivamente organizadas y linealmente planificadas las que se ponen en guardia para evitar que las actividades creativas puedan autoorganizarse dentro de las empresas. Consideran que lo ideal sería crear lugares de trabajo vitales y autoorganizados, donde la creatividad individual de un efecto sutil interactúe con el sistema.

 

Cabe preguntarse si esta idea no está emparentada con el concepto de ‘Empowerment’, ‘Equipos de Trabajo Autónomos’ y ‘Aprendizaje Organizacional’ o, si por el contrario, es una concepción mucho más sincera, no contaminada aún por el espíritu capitalista informacional.

 

De todas maneras, la Teoría del Caos nos permite rescatar una idea fundamental: En un universo estructurado en red y con un comportamiento caótico como el que vivimos, los sistemas organizacionales actuales no tienen un comportamiento predecible. El entorno dinámico y el azar ejercen notables influencias socavando enormemente la idea tradicional de Poder y de Control en la teoría de la Administración.

 

Bibliografía

 

Michel Foulcault, La verdad y las formas jurídicas, Editorial Gedisa, Barcelona, España. - 1ra. Edición abril 1980 – 2da. Reimpresión mayo 2000.

 

El Príncipe, Nicolás Maquiavelo, Grupo Editorial Norma, Bogotá , Colombia, 1ra. Edición Noviembre 1993.

 

Sauvy, Alfred (1986) La máquina y el paro. Empleo y progreso tecnológico [1980], Madrid, Espasa Calpe, pag.46.

 

Henry Fayol, Principios de Administración Industrial y General, El Ateneo, Buenos Aires, Argentina, edición 1969, pag. 143.

 

J.A.C.Brown, La psicología social en la industria, editorial Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina, primera edición en inglés 1954, sexta reimpresión 1978, pág. 152.

 

Jorge Alfredo Hermida, Administración, metodología y evolución de las ideas, Editorial El Coloquio, Buenos Aires, Argentina, Primera edición abril 1976. pag.227.

 

Los análisis de Weber pueden leerse con más detalle en su obra Economía y Sociedad, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1944.

 

John Briggs y F.David Peat, Las 7 leyes del Caos , Editorial Grijalbo, Barcelona, España, 1999.



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